CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO

Entre el cine periférico y la vida: La oscuridad nunca es tan profunda como antes de la aurora.

Por Xisela Franco

ANALISIS PREVIO DE OSVALDO BUSCAYA

XISELA FRANCO expresa que, [/ Estamos en el proceso mismo del presente, con una aceleración de la tensión geopolítica y militar, el sinsentido de la guerra de Ucrania, el desmadre de Netanyahu, Palestina, estos días el Líbano, la respuesta de Irán, pero también otros cincuenta conflictos armados no retransmitidos, la amenaza nuclear siempre de fondo, un posible desplome económico o colapso ecológico. Parece que todo va a reventar hay una enorme dificultad psicológica para mirar de frente, tomar distancia (de cerca y de lejos) y transitar la verdadera herida de la tierra, que es espiritual.]

Pues, el poder mundial globalizado, hoy, controlando los medios de comunicación en esta era de la inmediatez con las noticias instantáneas, posee un arma efectiva con el siniestro adoctrinamiento subliminal; un elemento de poder con el que manipulan y alteran lo real abrumando mediante un ideario, en esta ingeniera social, sobre el pensamiento colectivo construyendo una realidad artificial, tal el ejemplo del discurso del elemento denominado coronavirus. Las naciones eran controladas política y socialmente inculcando idearios de nacionalismos, patriotismo, lucha sindical, pero, hoy, el control de una nación está en manos de los grandes poderes económicos globalizados, utilizando la clase política de cada país subordinada, para anular el pensamiento crítico y mantener esa casta de dirigentes políticos/seudocientíficos, que silencian la rebeldía, creando normas, leyes de coacción, DNU, confinamientos, cercenamiento de libertades, amenazas, censuras, etc.

XISELA FRANCO expresa que, [Hay que entender que, ante la gravedad de los hechos, algo tan despiadado como lo vivido recientemente por ejemplo con la pandemia (y su sobre-representación), ese ensayo de ingeniería que se dio además a nivel global y que continúa bajo otras formas, ante el trauma social, es más fácil para la mayoría no indagar. Si tú quieres hacerlo adelante, es una posición ante las cosas, pero como dice el cabalista filósofo Mario Sabán en una conferencia colgada en Youtube sobre La Mística a lo largo de la historia, la verdad puede ser insoportable:]

Pues, así, sin resistencia de la opinión pública la clase política de cada país subordinada, controlan los estamentos estatales como la sanidad, la energía, comunicaciones monopolizando sectores con ayuda, uso y protección del propio Estado haciendo de ello un negocio de gran rendimiento tal el ejemplo del discurso del elemento denominado coronavirus. Así, está todo bajo una manipulación encubierta con un poder de decisión individual nulo, viviendo una realidad artificial creada a medida para esclavos del siglo XXI donde, no arrastramos cadenas, pero sin libertad estamos todos con nuestras vidas acotadas, para estar “entrampados” creándonos una realidad, que evita el pensamiento crítico.

Osvaldo V. Buscaya (1939/2024)

OBya

Psicoanalítico (Freud)

Entre el cine periférico y la vida: La oscuridad nunca es tan profunda como antes de la aurora

On: 01/11/2024

XISELA FRANCO / Estamos en el proceso mismo del presente, con una aceleración de la tensión geopolítica y militar, el sinsentido de la guerra de Ucrania, el desmadre de Netanyahu, Palestina, estos días el Líbano, la respuesta de Irán, pero también otros cincuenta conflictos armados no retransmitidos, la amenaza nuclear siempre de fondo, un posible desplome económico o colapso ecológico. Parece que todo va a reventar hay una enorme dificultad psicológica para mirar de frente, tomar distancia (de cerca y de lejos) y transitar la verdadera herida de la tierra, que es espiritual.

PENINSULAe

Habitar lo periférico es siempre una oportunidad. Al otro lado del centro suceden las cosas que aún no son y conspiran por ser. Extraordinario verbo el de “conspirar”. Vuelvo de Madrid, tendré solo una hora, pero continuaré escribiendo en mi mesa, en Vigo, en el perímetro occidental de Europa. Navegamos en dirección centrífuga, hacia el noroeste, atravesando el cielo azul despejado. Volar, aunque sea con 200 pasajeros que no conoces de nada, invita a pensar y escribir. Entras en esa cápsula voladora y cambias de tempo, elevada a 12.000 metros de la corteza de la tierra. Si tienes ventanilla adquieres una perspectiva de la realidad cenital que ayuda a tomar distancia visual y efectivamente, activa la inspiración. Me pregunto cómo se habría visto desde aquí arriba el último eclipse lunar, cuya luna roja pude fotografiar a las 5 de la mañana. 

Pienso que la mirada mía, de cineasta amateur (que ama) o francotiradora (fuera de la disciplina de grupo), como la del fotógrafo de calle o el pintor solitario, rastrea la realidad para el provecho propio, a veces serena y ecuánime, otras veces deformada por espejos cóncavos, como en la obra Luces de Bohemia. Se trata de vivir atenta a la poesía de lo cotidiano, esperar el momento para capturar la belleza que ofrece lo real. Aunque hay muchas formas de abordar la creación, para mí es un proceso íntimo que tiene que ver con vivir, que es también resistirse a la muerte. Hacer cine es como escribir, solapando vida y escritura. También es un modo de investigar el mundo, de conocer(se), no se ama lo que no se conoce.

Para este tipo de escritura fílmica que tiene que ver con lo procesual, simplificando, primero recoges fragmentos de realidad, en el rodaje, que es la vida en encuadres, y después en la mesa montaje cual cirujano observas la materia y remiendas esas imágenes/sonidos para encontrar una sintaxis posible, la historia escondida. No es la única narrativa, claro, pero es la que provocó ese momento, con una mezcla de intuición y arrojo, confiando en que hay un mapa inconsciente que rige. El guión (no voy a escribirlo como ahora manda la RAE, sin tilde) lo dicta el proceso mismo, el presente, y nace generalmente en la mesa de montaje. Editar es una metáfora de cómo una enfrenta la vida, como puede ser bailar o comer. Escoges una escena concreta sabiendo que te llevará a otra, confiando, aceptando la incertidumbre inherente a la propia existencia. En la edición audiovisual, a diferencia de la vida real, juegas con ventaja porque siempre puedes volver atrás. Como ahora, que escribo uniendo pensamientos, saltando al vacío, sabiendo que sobre la marcha, conectando ideas, escribiendo y desescribiendo, lograré encontrar lo que me estaba esperando. Y que llegaré a una meta, porque el proceso es la meta. 

Hacer cine “experimental”, etiqueta ya manida pero que me resulta útil para definir el tipo de práctica de la que hablo -documental en este caso-, experimental, etimología que viene de intento, ensayo, prueba, término vinculado al de vanguardia o underground; hacer cine experimental, decía, es para mí explorar lo desconocido esquivando las narrativas ortodoxas. Las nuevas olas del cine huyen de las escrituras convencionales, lo que se llamó MRI (Modo de Representación Institucional), el cine de autor se construye sobre esa huida de las formas clásicas, pero aquí yo me refiero a un tipo de cine aún más pequeño, amateur, etnográfico o auto-etnográfico, plástico o escultórico, artístico por su conexión con las bellas artes, cuyo proceso de creación suele hacerse con la riqueza de lo precario y con los infinitos recursos que ofrece la creación solitaria. Hace unos días impartí una charla en Madrid en la Facultad de BBAA, sobre cine experimental (y un festival gallego llamado S8-Mostra de Cinema Periférico), y para animarlos a ser libres leí a los estudiantes un fragmento de un texto titulado Amateur versus profesional (escrito en 1949 pero publicado en 1965 en Film Culture) de la enigmática cineasta de corriente surrealista, ucraniana nacionalizada estadounidense, Maya Deren, escritora y bailarina, que por ejemplo acuñó el concepto “coreocinema”. Reproduzco aquí unos párrafos del texto mencionado: 

“… En lugar de envidiar a los escritores de guiones y diálogos, a los actores con estudios, a los equipos y decorados elaborados y a los enormes presupuestos del cine, el amateur debería aprovechar la gran ventaja que envidian todos los profesionales, la libertad —tanto artística como física.

Como el fotógrafo amateur, el cineasta amateur puede dedicarse a capturar la poesía y la belleza de lugares y eventos, y como está utilizando una cámara de cine puede explorar el amplio mundo de la belleza en movimiento.

Las cámaras no hacen películas, las hacen los cineastas. Mejora tus películas sin añadir más equipo ni más personal, sino aprovechando lo que tienes al máximo. La pieza más importante de tu equipo eres tú mismo: tu cuerpo móvil, tu mente imaginativa y tu libertad para usar ambas cosas. Asegúrate de que las usas.”

Me pregunto si esa condición de cineasta de la resistencia estética, esa naturaleza voyeur, mirona, predispone a perderse y llegar siempre fuera de hora, a caminar por los bordes de las aceras, esquivando el asfalto hacia la hierba, a transgredir las formas geométricas dejando una ingobernable estela orgánica. Quizás esa circunstancia inicial de cazadora de escenas, personas, destellos luminosos, te hace ver el mundo, el evento, desde cierta distancia. Probablemente por eso estos años de crisis detonadas, guerras retransmitidas, ideologías plastificadas, estos tiempos negruzcos y esperpénticos han sido para la que escribe tan duros y lamentables como aleccionadores. 

Ya estoy en mi mesa, sobre tierra firme, en el campo junto a mis ancestros. Releo las notas de hace unos días en el avión y trato de continuar. Hay algo que me pregunto desde 2020 y que bajo otras circunstancias me pregunté antes, y es ¿por qué a una le tocó ver/sentir las cosas así? Es algo que en contextos diferentes todos nos preguntamos, cuando nos sentimos solos, cuando amamos, confiamos, perdemos. ¿Qué aprendizaje debo extraer?, ¿dónde está el equilibrio entre la necesidad de intervenir y la aceptación del caos? Sabemos existen experiencias importantes en la vida de uno. También hay experiencias a nivel colectivo que definen un momento histórico, períodos de quiebra, grandes pruebas del espíritu de una época, que es por cierto el título de un milagroso libro del poeta y pintor Henri Michaux (Les grandes épreuves d lésprit et les innombrables petites, 1978) donde se sumerge en el abismo de lo desconocido, bucea entre sus alucinaciones, y lo hace finalmente sin perder pie. Los viajes espirituales no debieran ser solo una forma de escape, en algún momento hay que volver e integrar lo explorado en lo terrenal.  Por otro lado, no hay normas generales, al final, cada uno debe hacer su trayecto, actuar de acuerdo a su experiencia y propia conciencia. A mi parecer sucedió que, en el conflicto entre seguridad y libertad, ganó la primera, que es el mundo del control y la deshumanización. Una falsa seguridad convertida en dogma y revestida de bien común. Hay que entender que ante la gravedad de los hechos, algo tan despiadado como lo vivido recientemente por ejemplo con la pandemia (y su sobre-representación), ese ensayo de ingeniería que se dio además a nivel global y que continúa bajo otras formas, ante el trauma social, es más fácil para la mayoría no indagar. Si tú quieres hacerlo adelante, es una posición ante las cosas, pero como dice el cabalista filósofo Mario Sabán en una conferencia colgada en Youtube sobre La Mística a lo largo de la historia, la verdad puede ser insoportable:

En el ser humano hay una problemática: no puede soportar tanta verdad. En consecuencia, el sistema mental se sitúa en una zona de seguridad. El profeta o el místico tienen un problema: quieren saber la verdad, y por eso están totalmente disociados de la sociedad. Porque la sociedad vive en un sistema tenebroso de seguridad… Si usted ve profundamente la realidad, estará muy marginal en la sociedad. La gente necesita autoengañarse para seguir viviendo… Pero el místico necesita sacarse los sistemas de autoengaño, por lo menos los propios. Puede ver los de la sociedad, pero los propios son los que se tiene que sacar. El trabajo es sacarse esos autoengaños. ¿Cuál es la raíz del autoengaño? La mente, la “Bináh”, y ¿porque está diseñada para el autoengaño? Para la supervivencia. Me tengo que autoengañar porque necesito sobrevivir. En consecuencia, la mente humana me hace participar de todos los autoengaños para no quedar fuera del sistema. El problema del místico es que puede llegar a vivir una doble vida. Está tan conectado con la esencia que le parece que el mundo es todo mentira, porque es mentira, pero tiene que vivirlo como si fuera verdad. Por lo tanto, es complicadísima la vida del místico porque tiene que vivir una mentira que sabe que es mentira, pero tiene que vivir en el interior una verdad que no la puede compartir con nadie, porque solo la siente él en su interior.”

Yéndome atrás, a aquellas lecturas críticas de la sociedad de la información que integrara en mis años de universidad con el cambio de milenio y describían la vida moderna como postmodernidad enferma, retratos estilizados que usaban metáforas demoledoras a modo de advertencia, de pronto, en 2020, secuestrados en nuestras casas, fueron la cruda descripción de la realidad misma, el esperpento actual. La sociedad del espectáculo (1967) de Guy Debord, la Modernidad líquida (1999) de Zygmunt Bauman, se tornaron ya no aproximaciones literarias sino descripciones del paroxismo presente. Y el asombro ha sido ver a la gente, también a buena gente, sostener, defender, la esterilización del cuerpo y del alma, invocando una ciencia mercantilizada elevada a grado de religión. Hemos visto cómo la libertad sobre la que se había construido el pensamiento moderno para llegar al paraíso de la democracia, importa lo que un pimiento. Bajo argumentos solo de apariencia convincente, como la desinformación -¿cuál, no será la de los falsos verificadores de datos?-, la violencia escolar -ahora sí que los niños importan-, la seguridad otra vez, se propone solucionar el problema matando moscas a cañonazos. Hay quien aplaude que se haya cerrado en nuestro país cualquier canal de información ruso, porque los rusos son unos comunistas peligrosos, o la reciente detención injustificada de Durov en Francia, dueño de Telegram, bajo acusaciones  exageradas y politizadas, o se celebra que se cierre X (Twitter) para todos en Brasil por intereses de algunos, o que la UE y los gobiernos promulguen normativas oportunistas que podrían ser utilizadas para censurar a quien no concuerde con ellos mismos. Hasta hace poco al europeo o americano le parecía que en China las autoridades censuraban porque no era una democracia ni había libertad, y ahora la libertad – para informarte, para criticar al gobierno- ya no nos importa y aceptamos que se censure al medio de información que no colabore con las autoridades o a la red social que no aporte información privada de los usuarios.

Se me repite aquella reflexión de Adorno sobre el sentido de la filosofía después de la IIGM. Decía el destacado representante de la Escuela de Fráncfort que todo el esfuerzo del pensar futuro debiera ocuparse de que no se repita Auschwitz, esto es, educar a las nuevas generaciones en conocer las condiciones que hicieron posible aquella barbarie. Mattias Desmet, profesor de psicología clínica en Bélgica, apuntó en su libro The pursuit of objectivity in psicology (2018) que en la psicología académica hay factores diversos que impiden obtener estadísticas objetivas y no pocos estudios aparentemente científicos son cuestionables. Esto está probado que sucede en otras disciplinas también. En un primer momento de pandemia, analizando las estadísticas de los modelos matemáticos en los que se basaba el virus, a Desmet no le cuadraban los datos de riesgo-beneficio para justificar el liberticidio vivido. También había estudiado en profundidad las estrategias de psicología de masas durante el fascismo o el comunismo, pero a pesar de su mirada crítica reconoce tardó un tiempo en darse cuenta y establecer una analogía entre aquellas tácticas totalitarias y lo que ocurría en 2020 con la crisis sanitaria. En 2022 publicó su libro The psicology of totalitarianism, que habla de este nuevo totalitarismo que estamos viviendo. Explica cosas sorprendentes que vimos en pandemia, por ejemplo cómo una narrativa manifiestamente errónea y dañina para el grupo puede acabar siendo convenientemente defendida a ultranza por el mismo grupo porque en casos de miedo atroz, genera una reconfortante sensación de pertenencia. En realidad, Desmet aplica lo que otros autores ya desde Freud escribieron antes, pero, dado el desierto de pensamiento crítico en pandemia, de pronto Desmet aportaba una explicación posible a los mecanismos mentales que estaban operando. Para que suceda lo que él llama “formación de masas” se han de dar unas condiciones concretas, como el aislamiento de las personas, la ansiedad generalizada, la incertidumbre, la frustración, disposiciones que nuestras sociedades venían acumulando. Los medios de comunicación, que ya no son libres porque el periodismo mainstream se ha ido pudriendo, presentaron el show 24/7 para infringir el pánico y justificar las medidas y el control, y la gente, entró en un estado de terror e “hipnosis colectiva”, inclusive abrazando estrategias de presión y marginación a quien no siguiera la narrativa covidiana. Sobre esa exclusión del disidente, el chivo expiatorio (por ejemplo, el no vacunado, el desobediente), se consolida en estos casos la ciega (in)solidaridad del grupo. 

Estamos bajo un hechizo, como sugiere el filósofo catalán Jordi Pigem, causado por múltiples factores, que dificulta pensar con claridad y que puede llevar a lo que él llama “colapso cognitivo”, que es el que más le preocupa de todos los colapsos. Con una quincena de libros publicados entre la filosofía de la ciencia, la neurociencia, la tecnología, la espiritualidad, buscando las causas de lo sucedido estos años (y antes, porque su primer libro La odisea de Occidente en 1994 ya apuntaba a dónde podía llevarnos el laberinto materialista occidental), este ensayista aporta ideas desde otra perspectiva que la de Desmet. Pigem investiga la complejidad de los hilos que mueve el poder tecnocrático y esto le lleva el estudio del origen del mal. Escribe una trilogía de la que hemos publicado en eXtramuros tres entrevistas, una por cada libro (Pandemia y posverdad-2021-, Técnica y totalitarismo-2023- y Conciencia o colapso-2024): https://extramurosrevista.com/jordi-pigem-parte-iii-la-buena-ciencia-nos-lleva-a-darnos-cuenta-de-que-el-mundo-no-es-una-maquina-sino-un-prodigio-de-vida-y-de-conciencia/ Por ello no voy a extenderme aquí pero sí quiero mencionar un punto que creo importante, y es que más allá de las inercias, Pigem nos recuerda que existe una enmarañada red de grupos de poder, agentes globalistas, entidades económicas supranacionales pero también personas, que toman decisiones a puerta cerrada sobre los estados, a menudo contra el bien común. Incide en el modo de influir de las farmacéuticas a través de sus garras extendidas, que llegan a los políticos, revistas de investigación, universidades y medios de comunicación. 

Cómo ha sido posible tal delirio colectivo y cuánto de orquestado está el asunto son dos cuestiones que están ahí sobrevolando este proceso de investigación que muchos hemos emprendido. Yo me inclino por aceptar una cadena de intereses múltiples en llevarnos a este abismo, es decir un conjunto de malas intenciones conscientes, y al tiempo reconozco fuerzas internas, inercias inconscientes que operan en una dirección, como el destino en los pueblos, o en las personas.

En Madrid se daba esos días de final de septiembre en varios puntos de la ciudad un festival de charlas, cafés grupales, paseos con reconocidos filósofos, bajo el paraguas del Festival de las Ideas, acogiendo a pensadores internacionales que me interesaba escuchar como Markus Gabriel, Peter Sloterdijk o Gilles Lipovetsky, pero también autóctonos como Remedios Zafra o Marina Garcés. Un enorme evento que acogía a más de medio centenar de pensadores. La insoportable cola para ver a Markus Gabriel, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, provocó que a pesar de alegrarme de que la filosofía esté en alza, al menos cuando es en directo con un filósofo de moda, prefiriera yo marcharme a una cafetería tranquila con dos amigos también pensadores (qué trágico destino el mío), precisamente a hacer lo que decía Ortega que hacía el español en el café, reflexionar, conspirar desde los márgenes -una gallega, un catalán y un uruguayo-, en este caso copa de vino en mano, sobre los males de hoy. 

No había tampoco sitio para escuchar a Remedios Zafra (a la que ya vi en dos ocasiones) ni pude llegar a Marina Garcés, porque en Madrid una se va liando. A Lipovetsky sí lo escuché cómodamente en medio de Plaza España, entre sirenas, coches y contaminación urbana, y a sus 79 años me resultó joven y verdaderamente encantador. Poseído por un admirable entusiasmo divulgador, habló de la autenticidad convertida en fetiche de la hipermodernidad, al hilo de su libro La consagración de la autenticidad (2024). Es cierto que hoy lo auténtico, la vida auténtica, ha devenido producto de consumo. No me defraudó, pero con la que está cayendo, tampoco me removió las entrañas. Tercer intento: Peter Sloterdijk. Fue presentado por un catedrático de filosofía, traductor de sus obras, cuyas preguntas fueron tan largas que no dejó hablar al invitado alemán. Una charla incómoda en la que lo poco que Sloterdijk pudo decir, se refirió al gris como concepto estético y filosófico (Gris, su último libro,2024), el color de la modernidad, de la indiferencia, de la neutralidad. Antes de que terminara hui a un restaurante a cenar con un amigo más interesante que aquella charla tan tibia con el presente. Mi impresión es que en los momentos importantes que requieren más pensamiento crítico sobre el presente, la mayoría de los filósofos, que son personas, están ensimismados haciendo circunloquios para escapar del drama que tienen delante. He observado que la naturaleza del filósofo tipo, en momentos dramáticos no implica coraje. El pensador en general piensa a posteriori, piensa el pasado, si fuera un hombre valiente de acción futura, no estaría en una mesa sentado escribiendo lo que ya pasó. El nazismo sucedió en pleno SXX ante la pasividad, la colaboración y el miedo de muchos, desmadrándose poco a poco, impunemente, en el corazón del pensamiento sofisticado europeo.

¿Para qué sirve pensar? ¿podría servir, entre otras cosas, para activar el discernimiento? Por otro lado, si pensar no sirve para aplicar esa mirada crítica a la vida propia, ser autocríticos, como decía el maestro Sabán, que tiene seis doctorados y -a pesar de ello- parece un hombre feliz; si pensar -como escribir o leer- no nos sirve para ser más conscientes, más amorosos, entonces igual no lo estamos entendiendo bien. La solución no está en la filosofía, que no es suficiente, sino en usar la filosofía, entre otras herramientas (está también la poesía, el arte, el vino o el silencio), para identificar y aceptar la propia sombra, marcar un horizonte posible, y en definitiva, ¿por qué no?, hacernos un poco mejores. 

Finalmente, ¿para qué sirve el cine?, ese medio de expresión que está más conectado con la vida, con los sentidos, que el pensamiento escrito. Esto nos lleva a una pregunta inmensa que no cabe desarrollar aquí, ¿para qué sirve el arte?, ¿para qué un cuadro, o un poema? El cine, como escritura de imágenes y sonidos, sirve por ejemplo para transmitir algunas ideas, historias, emociones, sobre todo a través de los sentidos, aunque incorpore la palabra y cierta intuición intelectual. El mundo durante estos años sufrió varios golpes y en él se abrió una fractura, tan enorme que desde nuestra civilización occidental pareciera definitiva. Las nuevas historias en el cine serán contadas con mayor facilidad por las siguientes generaciones. Estamos en el proceso mismo del presente, con una aceleración de la tensión geopolítica y militar, el sinsentido de la guerra de Ucrania, el desmadre de Netanyahu, Palestina, estos días el Líbano, la respuesta de Irán, complicándose el conflicto en Oriente Medio, pero también otros cincuenta conflictos armados no retransmitidos, la amenaza nuclear siempre de fondo, un posible desplome económico o colapso ecológico. Parece que todo va a reventar hay una enorme dificultad psicológica para mirar de frente, tomar distancia (de cerca y de lejos) y transitar la verdadera herida de la tierra, que es espiritual. 

Sin embargo, a pesar de todo, situados en la oscuridad todavía, en este aparente precipicio tenebroso, si insistimos y miramos bien, vemos que por las rendijas se cuela la luz del porvenir. Solo hay que atravesar esa fisura de la vieja carcasa, como decía el filósofo y poeta Sri Aurobindo, primero pasan unos pocos, y de pronto ya estamos todos en un nuevo lugar. 

Ese cine pequeño del que hablaba al inicio de este texto, experimental y amateur, por su naturaleza íntima y poética, puede atreverse a conectar con ese horizonte nuevo; ese cine periférico libre que no se debe a nadie más que a sí mismo. Si uno evita los medios de producción convencionales y opera fuera del sistema, desde las grietas, entonces puede permitirse hacer uso como decía Maya Deren de su bien más preciado, la libertad. Y de esta forma, nacen nuevos relatos desde fuera de la vieja armadura. 

Marco Maril. La luzhttps://www.youtube.com/watch?v=97LTwf-RVOU